MONTAÑITA Ecuador es PLAYA Y FIESTA TODO EL AÑO 

¿Quedarse pegado en algún lugar?

 

Mar en Montañita

Caminando por la orilla del mar desde Montañita a Manglar Alto en una tarde de esparcimiento

  • Nota: Hay muchísimos viajeros dando vueltas por el mundo incansablemente. De pronto, llega el momento en el que alguno encuentra su paraíso perdido. A veces ni siquiera te das cuenta y ya estás establecido, hay veces descubres que tu vida soñada está en ese lugar. Otras veces ni siquiera te das cuenta, pero por lo general es el amor de tu vida el que está ahí. Está estudiando, o trabajando, no es errante, como la mayoría de las personas, entonces vienen los hijos, la casa que siempre quisiste, y construyes raíces. En algún momento, tarde o temprano el viaje termina.

Fiesta en Montañita

En Montañita hay muchísimos viajeros, turistas que viajan rápidamente y llegan a pasar pocos días o personas que vienen a la fiesta. Hay rumba todos los días de la semana, excepto los domingos que está prohibido la venta y el consumo de alcohol en Montañita.

Otros que llegan en la ruta del surf, no salen en las noches sino que madrugan al mar.

También hay muchísimos artistas, malabaristas, artesanos, cantantes andinos, música colombiana, argentina, francesa.

Se hacen varietés ( espectáculo donde se presentan diversidad de expresiones artísticas) todos los martes en el Bar de Sofía. Ahí se exhiben todos los talentos de los viajeros que llegan.

Sofía

Sofía es una Argentina que salió de viaje y se quedó pegada ( viajero que se detiene un tiempo largo en un lugar específico) en aquel lugar. Es una mujer alta y delgada, de cabello ondulado y rasgos finos, tiene una casa hermosa en un terreno lleno de árboles y un niño de cinco años.

Se enamoro, tuvo su hijo, y construyó un hermoso hogar. Sofía tiene el sueño de subir a Colombia; la música colombiana la apasiona enormemente, colecciona instrumentos del folclor caribeño y baila y canta con una pasión interior desmesurada. Sin embargo, sus sueños de seguir viajando nunca terminan, acaba de comprar una combi Volkswagen, que le costó 2 mil dólares y dice que volverá a viajar en tres meses, Manu el argentino, con el que tocábamos se queda en casa de ella, esperando poder salir de viaje en el carro.

¿Y si me quedo sin dinero y no logro conseguir?

Las tortugas ponen huevos en las playas de Montañita

Las tortugas ponen huevos en las playas de Montañita

 

  • Consejo: El dolor de espalda es común en los viajeros, cuando uno tiene que cargar maletas durante mucho tiempo, o cuando uno se empeña llevar una cámara réflex con lentes y accesorios. Pero entre los viajeros siempre hay una mano amiga tiene una solución mágica en su interior.

Tras el dolor de espalda, conocí una mujer ecuatoriana de unos cincuenta años, de pelo negro azabache y ojos oscuros y penetrantes, una hechicera. Se ofreció a ayudarme sin ningún valor monetario, pero en cambio yo debía regalarle algo. Me enseñó danza árabe, me explicó la importancia de la danza del vientre, del masaje que ésta realiza, la importancia en la sexualidad y su relación con los chacras. Me puso calor con tabaco, después de eso y de un masaje que pagué en un spa, me recuperé por completo. Le regalé una piedra para que la pusiera en sus trajes.

Ella salía en las noches con vestuarios brillantes y llamativos que ella misma fabricaba, bailaba en la calle, mientras los músicos tocaban.

Se llevaron a nuestro amigo

Un día me dijo que quería salir con el venezolano, amigo nuestro, para que tocara el tambor para ella y ese mismo día se fueron a vivir juntos, alquilaron una cabaña; ella le pagó hospedaje, comida y con eso lo comprometió a seguir con ella por un mes, después lo llevó a su casa en Guayaquil.

  • Consejo: Cuando las cosas se ponen difíciles siempre la vida busca el camino para salir adelante, una puerta que se cierra, son muchas puertas que se abren. Como dice el poeta español Antonio Machado:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar

No volvimos a ir a Salinas durante una semana, por aquel dolor de espalda. Encontramos trabajos con la música sin esforzarnos demasiado y eso nos alcanzaba para vivir bien.

Estuvimos trabajando con unos chilenos y unos argentinos que hacían música colombiana, cumbia y otros ritmos del caribe precisamente la especialidad de Jhon. Eran la sensación, con ellos estaba la chilena que conocimos en Otaválo en La Casa del Che.

El éxito del bar de Montañita

El bar se llenaba solo el día que tocábamos y la gente bailaba enloquecida. La cantante era una argentina cordobesa, hermosa, que estaba embarazada, aunque no se notaba mucho, pues era una mujer enorme sin llegar a ser gorda, tenía unas piernas anchas y usaba siempre pantalones de lycra de muchos colores, el pelo castaño rizado, atado con un caucho, le llegaba hasta la cadera, se mecía de lado a lado mientras cantaba una y otra vez “¡a bailar!” y “wepaje!”, su voz fuerte y arrastrada como suele ser particular de su región, apagaba todas las otras del grupo. Tenía siempre una sonrisa de oreja a oreja en su rostro y salía de las presentaciones gritando y abrazando a todo el mundo, con movimientos alborotados.

Días más tarde llegó otro grupo de música Colombiana; Dani un colombiano, que vestía siempre con una camisa de botones y un sombrero colombiano, viajaba con un alegre (Tambor alegre: instrumento de percusión de música folclórica colombiana), una tambora (tambor de música folclórica colombiana que tiene cuero por lado y lado y se toca con un par de baquetas de madera.), dos maracones (maraca grande propia de la música folclórica colombiana) y un llamador (tambor pequeño que se utiliza para llamar o llevar el contra-ritmo), gran equipaje para estar de viaje, una azaña, pero buen equipo para conseguir dinero.

No artesana y menos hippie

Valeria, su novia, una argentina que andaba con un tablero con aretes, que ella misma hacía con caucho espuma (fomi), pero rechazaba rotundamente la idea de ser una artesana y menos una hippie y Manu un argentino, de pelo largo negro despreocupado, que trabajaba con ellos por el gusto a la música, pues recibía suficiente dinero de su familia para no trabajar y viajar permanentemente.

Eran muy perfeccionistas y tranquilos, de manera que lográbamos hacer buena música. Aunque no sabían mucho, eran cuidadosos y dedicados; comenzamos a tocar con ellos, yo esforzándome para tocar el llamador y hacer los coros, el grupo suena bien.

¿Cómo cuido mis objetos de valor?

Las playas de Montañita llenas de cangrejos

Las playas de Montañita estan llenas de cangrejos corriendo por sus vidas :p

 

  • Consejo: Algunos viajeros nos preocupamos por dormir cómodamente, andar bien aseados y comer bien, es una elección. Se puede elegir, entre más trabajes más dinero y más comodidades, aunque hay veces no hay que esforzarse y la plata llueve, pero a veces no está de más unos días de perecita, de camping al lado del mar y estar todo el día de locha. Otros prefieren trabajar menos y acampar cerca de los ríos o buscan la manera de no pagar hospedaje. (El problema ahí es tener que andar con la maleta todo el día, y no poder dejar las cosas tranquilamente, eso es bastante incomodo) Pero siempre mira y compara calidad y precio, y sobre todo relájate, el viaje es para disfrutarlo. Nosotros nunca tuvimos que dormir en la calle, ni en el río, pudimos ir en contra de quienes decían que había que acampar en Argentina, siempre pagamos, y siempre pudimos escoger un lugar digno donde dormir.
  • Consejo: También hay muchos que viajan con computadores, cámaras y uno que otro objeto valioso. Hay que mirar siempre donde quedarse. En Bolivia llegamos a dormir en una pieza con diez personas, un lugar llamado Family House, dormíamos con la cámara al lado nuestro y si salíamos la dejábamos guardada con la dueña. En Montañita dejábamos la cámara guardada con el dueño del hospedaje o en la casa-carro de unos amigos.

 

Valen y Dani habían comprado un computador en una ciudad de la sierra de Perú donde hacían suficiente dinero para ahorrar. Les había costado mucho trabajo conseguirlo, entonces llegaron a un acuerdo de pagar hoteles costosos para tener seguros los equipos.

 

Dormían en una habitación compartida, que costaba veinte dólares por persona. Era una casa con un patio grande lleno árboles, una cocina completa y tan solo un par de habitaciones con colchones de espuma. Como yo estaba con dolor de espalda decidimos quedarnos una noche en esa casa para cambiar el duro piso por un colchón, pero la blanda espuma martirizó mi espalda durante toda la noche, el dolor y el llanto no me dejaron dormir. Incluso cuando me pasé a dormir al suelo, las pocas cobijas que teníamos no eran suficientes para cubrirnos y al otro día ni siquiera había agua para bañarnos, y ni siquiera así logramos obtener una rebaja. Así que decepcionados nos fuimos para un hotel que por mitad de precio ofrecía habitación privada, televisor, baño privado con agua caliente y cocina.

Buscar Hoteles en Montañita

Preocupación por el dinero

La argentina estaba preocupada porque no sabía si iban a alcanzar a hacer la plata para pagar el hotel, estaban todo el día subidos en los buses tocando y cuando llegaban, en la noche, tocaban en los restaurantes. Pero su estrés llegó incluso a enfermarla, un día tuvo que salir de urgencias para Manglar Alto, un pueblo cercano a Motañita, porque llevaba varios días con dolor de estómago, lloraba de lo asustada que estaba y atribuía toda su enfermedad a la preocupación por pagar el hospedaje.

Montañita es un pueblo lleno de hippies y borrachos, con una afluencia de extranjeros permanente que busca fiesta y surf, muchos de los artesanos se dedican a vender comida y otros música o espectáculos de circo o capoeira (arte marcial brasilero que combina música, acrobacia y baile).

La magia de la comunidad viajera

Ellos se fueron y volvimos a tocar con los chilenos y en ese momento descubrimos, la magia de los locos viajeros, que  aunque no eran tan músicos, y al contrario de los anteriores, no tocaban si no había Locos (viajeros mochileros), no permitían que se cobrara cover ( precio de entrada a un bar) pues los locos tenían que entrar, porque no era la misma energía sin ellos.

Los viajeros eran los que comenzaban la fiesta, los que introducían la emoción. Ya habían intentado un par de veces hacer la fiesta exclusiva (con cover) y la energía se caía, los locos eran los que animaban la fiesta y por ende hacían que los extranjeros entraran en ella.

Todo por la fiesta en Montañita

Habían hablado con el dueño de un bar que nunca se llenaba, él les permitía tocar a cambio de cerveza y diez dólares por persona, además tenían la posibilidad de pasar la gorra después del espectáculo. El bar estaba toda la semana vacío y el fin de semana entraban a tocar y ese día se llenaba y si por alguna razón se cancelaba el espectáculo el bar permanecía vacío toda la noche, incluso cuando no había cupo en los otros bares.

Cuando subían a tocar, convocaban a todos los locos para comenzar a llenar el lugar y luego de cuatro canciones comenzaban a entrar los extranjeros, la fiesta que se armaba y al cabo de media hora era impresionante, la gente bailaba descontrolada, pogueaban ( “baile” que consiste en moverse frenéticamente golpeando unos contra otros), bebían, no cabía un alma en aquel lugar. Algún loco que designaban, tomaba la gorra y luego de hacer un anuncio comenzaban a pasarla y los billetes a caer dentro, de cinco, diez y veinte dólares, pero después, igual que todos los días, sonaba la misma música en el mismo orden de todos los días y poco a poco la gente comenzaba a salir.

Organizando la partida de Montañita

Estuvimos en Montañita como tres semanas, cuando decidimos irnos, nos dimos cuenta que debíamos 45 dólares en el Camping, y nos tocó ponernos a trabajar, en tres días de faro hicimos la plata y logramos pagar todo.

Antes de irnos conocimos a una gringa llamada April que jugaba ula hoop (ula ula, juego con un aro que consiste en hacerlo girar alrededor de diferentes partes del cuerpo con fuego) era rubia y pequeña y tenía vestuarios súper llamativos y maquillajes brillantes, usaba una enorme flor en su cabeza y bailaba de una forma atractiva y juguetona mientras hacía rodar el ula hoop sobre todo su cuerpo. Usaba diversos juguetes de luz y fuego, siempre manteniendo su estilo romántico.

Jhon estuvo haciendo ruedos (espectáculos callejeros, donde la gente se dispone circularmente alrededor del show) con ella, al final salimos con cincuenta dólares encima y con la promesa de ella de llevarlo a su circo en Tailandia cuando aprendiera inglés, así salimos de Montañita y con la plata que hicimos estuvimos un par de días tranquilos en Guayaquil.

 

El viaje en casa carro y la economía del mochilero en Montañita

En el Camping los Tigrillos hay un gran parqueadero, por lo que se quedan muchos casas carro ahí. Había una pareja que viajaba en una casa-carro. J. era profesor de ingeniería en una universidad de Argentina, era un hombre sencillo, de pelo largo, castaño y despelucado y una barba desarreglada, había ahorrado durante más de diez años para salir de viaje, cuando todavía no había veto al dólar en su país.

Conoció a Rosa y un mes después le propuso irse de viaje con él, ella aceptó sin pensar que era una realidad.

No volvieron a hablar del tema, hasta que un día, él la llevó a comprar una casa-carro en la que salieron, les costó 30 mil pesos argentinos.

El viaje cambia

Antes de salir de viaje, tenía el pelo largo, pero ahora lo había cortado y lo tenía pintado de rubio, vestía siempre con sencillez pero con elegancia; en su casa nunca había lavado un plato, ni tocado una olla, pero ahora pasaba todo el día cocinando deliciosos platos. En las noches salían y se sentaban en un andén a mirar la gente pasar, sin tomarse ni una cerveza.

Acaban de comprar una tabla de surf y salían en los días soleados a practicar. Viajaban con cámara de video y hacían graciosos videos acerca del viaje para enviárselos a la familia, también llevaban un balde para lavar ropa, una máquina de coser, condimentos por montones y todo lo que les pudiera caber en su camioneta.

No querer volver

Inicialmente salieron por Brasil, viajaron durante seis meses y cuando fue la hora de regresar, llegaron a la frontera de Argentina y comenzaron a llorar, Rosa decía que era como si alguien hubiera muerto. Sentían una tristeza en el fondo del alma.

Así que dieron vuelta al timón y se regresaron. Llevaban un mes en Montañita parqueados en ese camping, casi nunca acampaban, sino que parqueaban la camioneta en una loma, o en un parqueadero y ahí dormían.

Volverse viajero

Ellos viajaban con sus ahorros, y decían que habían hecho cuentas y que gastaban menos plata que la que gastábamos muchos de los que trabajábamos.

Un día nos sentamos a hablar con ellos. Les contamos acerca del documental, reflexionamos sobre las diferencias entre el turista y el viajero. La dificultad que implica trabajar un año completo para salir una semana de viaje con la plata necesaria, pero sin el tiempo para disfrutarlo.  Llegar con las fotografías, pero sin el recuerdo, sin el tiempo para sentarse a contemplar el paisaje. Salir a estresarse por no completar el itinerario. La vida del loco consiste en trabajar viajando y viajar trabajando.

Ellos se emocionaron enormemente, pues estaban preocupados porque se les estaba acabando la plata y tendrían que volver. Decidieron comenzar a trabajar. Recogieron alrededor de doscientas taguas, las pelaron, las mandaron a cortar, las tiñeron y comenzaron a hacer macramé. No querían que su viaje terminara y tarde o temprano terminaría si no comenzaban a trabajar.

 

Viaje a dedo de Montañita a Guayaquil

multa

Cuando viajamos a dedo de Montañita a Guayaquil, le pusieron una multa al conductor que nos llevó pues estaba prohibido y él aunque sabía, quiso arriesgarse

Salimos para Guayaquil con Sami, un colombiano de pelo negro y barba, tenía los lados de la cabeza rapados y andaba con los pantalones remangados hasta las rodillas, y con una cobija para taparse del sol o del viento.

En Montañita estaba trabajando en un puesto de hamburguesas, como no le gustaba ese oficio había renunciado y no sabía qué hacer. Lo convencimos para que saliera a dedo con nosotros. El viaje fue deslumbrante, el mar para deleitarnos, el sol para calentarnos y el viento para refrescarnos y lo que no podía faltar, la ruta para darnos nuevas metas, nuevas ilusiones, intrigas y nervios de viaje.

Prohibido echar dedo

En la mitad del camino pararon al conductor que nos llevaba y le pusieron una multa por llevar gente detrás de la camioneta.

Seguimos echando dedo hasta que en una bomba de gasolina nos recogió un camión que nos llevó hasta Guayaquil, nos dejó cerca del terminal donde pasamos la noche.

Al otro día salimos a un hostel  que encontramos por internet.

Un hostel es un hospedaje juvenil para viajeros extranjeros (backpackers) que se caracteriza por su economía y por áreas comunes de intercambio cultural y turístico)

 

En Guayaquil conocimos a Carlitos, un hombre de unos 40 años, de Bogotá. Se quedaba en el hostel gratis pues había servido de voluntario en Montañita en una finca que trabaja con los niños del pueblo. Un día salió a presentarse con un monólogo teatral en Guayaquil, buscando entrar en el medio teatrero. Al otro día regresó borracho y feliz, pero sin trajes, sin tambor y sin maletas, pues le habían robado todo.

 Un buen hostel donde construyen maquetas de barcos

Hostal en Guayaquil

En Guayaquil nos quedamos en el Funkey Monkey Hostel, un hostel, barato cómodo y limpio, con aire acondicionado, cocina, baños limpios, y ubicado en un barrio residencial de la ciudad.

Como en la mayoría de los hostels, está prohibido que se comparta cama. En Guayaquil nos dejaron un tiempo pagando una sola coma, luego tuvimos que pagar las dos.

Finalmente nos quedamos acampando durante dos días pues era el tiempo máximo que permitían acampar. El verde prado se oscurece si no le llega el sol al tener una carpa encima por más días.

Nos sentimos muy cómodos. Trabajábamos media hora en la mañana y media en la tarde, pues el sol del medio día era muy fuerte. Con eso teníamos lo suficiente para comer y para pagar el hostel.

En el hostel, hay un chico que trabaja haciendo barcos de madera de una perfección descrestante.

Construcción de una maqueta de barco

Construcción de una maqueta de barco realizada en el Monkey hostel

Maqueta de barco realizada en el Monkey hostel

Maqueta de barco realizada en el Monkey hostel

El centro de la ciudad tiene un malecón llamado el Malecón 2000, muy bonito, donde se hacen las actividades culturales.

Convencimos a Carlitos de lo divertido que sería que nos acompañara a Máncora, ya que en Guayaquil no habían salido las cosas como el esperaba. Una vez mas tuvimos un maravilloso compañero en nuestro viaje.