Los Locos, Viajeros por Sudamérica

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Viajando a dedo desde la Punta hasta Camaná, Perú

Yo (Isa), estudié comunicación social con énfasis audiovisual en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.

Y llegó la hora de hacer el trabajo de grado para la universidad, pensé:

  • Es el primer trabajo que puedo elegir, puedo hacer lo que yo quiera.
  • ¿Qué es lo que más me interesa?
  • ¿Cuál es el tema que me llena, me emociona y me hace feliz? ¿Con que puedo apasionarme de tal manera que leer, escribir y hablar sea una motivación exorbitante y apasionante?
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Cielo visto desde el desierto de la Tatacoa, Colombia

 

Entonces llegue fácilmente a una conclusión:

  • “¡EL VIAJE!”
  • Cuando estoy viajando me siento feliz y además transmitirlo en videos, fotografías y escritos era algo que me ponía inquieta y ansiosa.
  • Podría estar toda la vida viajando, hablando del viaje y aprendiendo las distintas maneras para vivir viajando. Y así dejó de ser tan solo un proyecto de grado para convertirse en un proyecto de vida. Y eso decía 5 años antes sin saber que sería posible llegar tan lejos.

Cuando estas viajando las situaciones siempre cambian, si te aburres de una situación simplemente empacas las maletas y te vas, si te gusta un lugar, te quedas; nada te ata para seguir, ni para quedarte.

 

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Vista desde el Terrón de Azúcar, Cabo de la Vela, Colombia

 

Decidí hacer un documental sobre los mochileros, (sobre aquellos que viven viajando.)

En su mayoría son artistas callejeros, aquellos que son testigos de que cualquiera puede viajar, y que la plata no es una condición necesaria para salir de viaje, necesarias son las ganas. Antes me cruzaba todos los días con malabaristas en los semáforos, artesanos en las calles y músicos en los buses y nunca me imaginaba que vivían viajando.

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De pronto, descubrí que no solamente viajan, sino que son una comunidad, unidos desde México hasta la Patagonia, incluso desde Canadá, y también desde Europa. Comparten la comida, el hospedaje y que cada individuo viajero, así sea desconocido, hace parte de un todo, de una hermandad. Que el viaje está lleno de encuentros y despedidas, que una y otra vez los mochileros se cruzan y que este continente se convierte en un pequeño pueblo, donde todos se conocen, se encuentran y se separan tal como sucede en las poblaciones pequeñas. Descubrí que es un mundo fascinante, lleno de aventuras, de lugares, de historias, y de innumerables experiencias. (Si quieres ver como descubrí el viaje de mochileros por primera vez lee La historia de mi viaje.)

No tenía sentido hacerles una entrevista en la calle preguntándoles sobre su vida sin ser testigo de los hechos, y observando desde afuera, así que decidí hacer investigación etnográfica, irme con ellos, aprender a trabajar con ellos, a vivir, comer, dormir y sobrevivir como ellos y con ellos. A inmiscuirme dentro de su mundo. Aprendiendo con ellos a sufrir, gozar, reír, hablar, dormir, llorar, cantar, nadar, correr y soñar.

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Viajando por Boyacá, Colombia

 

Llevaba ya seis meses investigando desde mi casa y haciendo los preparativos para el viaje, no sabía con quién me iría o si me tocaría salir sola, solo sabía que me iba a ir. Y me faltaban otros seis meses para partir, pues debía cursar proyecto de grado II, donde continuaría haciendo investigaciones previas y redondeando la idea sobre lo que iría a investigar.

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Los nervios de viaje se incrementaban día a día.

En ese momento conocí a Jhon, en una acera en la calle, disfrazada de puma pues era 31 de octubre, hijo de viajeros y artesanos, malabarista, equilibrista y músico. Tierno, caballeroso, talentoso, soñador, cantante, y además, conocedor de los principales oficios de los viajeros. Lo cité para hacerle una entrevista y terminamos juntos por los siguientes 3 años. Me ayudó a hacer ésta investigación y nos fuimos ocho meses por Sudamérica. Aprendiendo artesanías, malabares, y música, trabajando y viviendo de las artes callejeras. Sintiendo la alegría, la tristeza, el exceso y la carencia, y a pesar de la calma, los afanes o el tiempo, sentimos que vivimos mucho más de lo que habíamos vivido en toda nuestras vida, pues al desaparecer la rutina, y el panorama tornarse cambiante. Las distintas culturas, paisajes, comidas, personas, climas y estaciones permiten que las historias para contar sean innumerables, contrastantes y únicas.

Pero la historia no termina ahi, pues hasta ahora en el 2018 ya serían 8 años de viaje. Jhon quiso parar de viajar hacer una casa y una familia, yo quería seguir. Así que viajé con otro enamorado, pero la cosa no funciono ya que mi amor por Jhon seguía vivo pero finalmente tomaría la fuerza para continuar mi camino sola. Y cumplir el sueño que siempre había deseado llegando a Europa, Africa y Asia.