Camping de Tito en Máncora, Perú

Nos encantó Máncora, incluso cuando no pudimos trabajar porque no dejaban, teníamos plata. El Camping de Tito es un lugar arborizado en medio del desierto, con techos cubiertos por plantas, conexión Wi Fi, baños limpios y una amplia cocina. Los artesanos se reunían ahí a hacer taller ( Producir  y enseñar artesanías.) , a tocar música y a enseñar a los otros artesanos las cosas que podían compartir.

 

El camping es bajo techo cubierto de naturaleza, estando en medio del desierto es increhible

El camping es bajo techo cubierto de naturaleza, estando en medio del desierto es increible

Una amplia cocina disponible para todos los que habitan el camping

Una amplia cocina disponible para todos los que habitan el camping

lavandería del camping

lavandería del camping

Eso si, pescado al horno, pastelitos, que mas...

Eso si, pescado al horno, pastelitos, ¿que más?…

 

 

Tambien hay duchas de cemento pero estas son especiales.

Tambien hay duchas de cemento pero estas son especiales.

 

 

 

¿Venderías todo para irte de viaje?

Esta es la calle donde ocurren la mayoría de las historias de mi historia la calle que se dirige a la playa.

Esta es la calle donde ocurren la mayoría de las historias de mi historia la calle que se dirige a la playa.

  • Consejo: Aquí en Máncora conocimos muchos ejemplos de personas que hicieron una venta de garaje y vendieron sus cosas, luego su casa y su carro; sin embargo, ya se habían comido todo y ahora estaban viviendo del día a día, aunque felices sin arrepentimientos de nada, con la convicción y la seguridad de que lo volverían a hacer. Si me lo preguntaran a mí, creo que es importante tener algunos ahorros para las situaciones de emergencia, enfermedades, o mala suerte, sin embargo la mayoría de los viajeros confirman lo contrario, y su experiencia confirma que las ganas son suficientes, y si trabajas como independiente en tu casa puedes trabajar como independiente en cualquier lado.

Conocimos un español que trabajaba en una empresa, un burócrata que vendió su carro, su apartamento y todas sus pertenencias y ahora estaba en Máncora aguantando hambre, pues para él la venta estuvo difícil los primeros días de la semana; hacía grandes trabajos en alambre y aprendió a hacer aretes y anillos, cosas pequeñas para retacarle a los turistas, así que poco a poco, cumplió con el dicho: “el que trabaja el alambre no aguanta hambre”. El viaje brinda las herramientas para vivir mejor cada día; al llegar el fin de semana, comenzó a irles bien, pues un solo trabajo de él podía costar 100 soles, cuando llegaban los policías discutía sobre la idea de que todos los artesanos debían organizarse mundialmente para poder trabajar con tranquilidad.

 

¿Y qué tal irse con la familia a viajar indefinidamente?

Aqui es donde compartimos todos los amigos, vemos tele conversamos, hacemos música y haceos taller.

Aqui es donde compartimos en el camping todos los amigos, vemos tele conversamos, hacemos música y haceos taller.

  • Consejo: Muchísimas personas piensan que no se puede viajar con la familia abordo, pero hay muchas de experiencias que demuestran lo contrario. Yo no tengo hijos porque aquí o allá prefiero cargar conmigo solamente pero al viaje bienvenidos los niños, seguro que debe ser muy divertido. Si lo dudan pregúntenle a Jhon que creció viajando con su madre.

 

Había una mujer de unos 40 años que viajaba con un niño de 16 y la otra de 10, el niño estaba todo el día conectado a un computador portátil, y la niña quería siempre aprender malabares y artesanías. Había salido a viajar desde que nació el primero y ése era el único modo de vida que conocían, ella tenía como objetivo llegar a Venezuela para fin de año con el fin de meter a los niños, durante un año, en una escuela donde ya estaban inscritos, pero no tenía dinero sino para el día a día, incluso un día robaron la comida que ella tenía guardada en la nevera y como no había vendido nada tuvo que acostar a los niños sin comer. También había una pareja que viajaba con su bebé de seis meses y que había decidido no dejarlo encerrado en una casa y llevarlo a viajar, ellos tenían el sueño de llegar a Colombia para conseguir tiquetes

 

 

 

¿Y si pierdo o me roban mi maleta y me quedo sin nada?

  • Consejo: si, muchos viajeros pierden su equipaje, algunos incluso dicen: “tarde o temprano tiene que pasar”, “es algo que un viajero tiene que vivir alguna vez en su vida y es terrible”, algunas veces encontramos amigos a los que habían robado todo, TODO, se quedan con lo puesto, sin plata, sin ropa, sin instrumentos para trabajar. ¿Y qué hacen? Pues empezar de cero. Algunos malabaristas cogen tres limones y salen a trabajar al semáforo, algunos artesanos logran que les regalen hilos y venden unas pocas manillitas (pulseras), a veces piden plata a familiares, amigos o a desconocidos, lloran, se deprimen, se van a una playa a meditar, encuentran un amante que los mantiene, o renuncian a todo, o cogen las cosas con calma se relajan y comienzan de cero sin preocupaciones. A nosotros también nos robaron, pero eso lo contaré después.

 

Al llegar buscamos un hotel donde yo había ido anteriormente, el hotel había cambiado de dueño y estaba abandonado y destruido por el mar que había subido casi diez metros en un par de años, el hombre que lo cuidaba estaba borracho y nos ofrecía un precio mucho mayor que lo que podíamos encontrar en otros hoteles mejores, además la seguridad de las habitaciones no daba confianza, las paredes no llegaban hasta el techo, de manera que todas las habitaciones se comunicaban entre si y las chapas dejaban mucho que desear. Unos días después el hotel se incendió; y un loco que dormía ahí perdió todo su equipaje, pues los obreros que estaban apagando el incendio lo robaron, perdió sus artesanías, su ropa, en resumen, todo lo que tenía, así que tuvo que hacer un pequeño manguero (tubo lleno de manillas o pulseras para ofrecer las artesanías)  y sobrevivir con lo poco que le regalaron o lo poco que pudo conseguir.

Busca hotel en Máncora aquí

 

Carlitos, ya sin dinero, sin instrumentos para trabajar, consiguió que lo dejaran dictar talleres de teatro en el colegio del pueblo a cambio de comida y dormida, montó obras de teatro y estaba súper emocionado. A veces nos ayudaba a vender y exhibimos en nuestro paño algunos collares que él compró en San Agustín y unos sombreros vueltiaos que son muy preguntados por los peruanos pero que no vendimos porque pedíamos cien soles por cada uno y no estaban dispuestos a pagar un precio tan alto. Carlitos nos regaló uno que fue nuestro compañero de viaje y nuestro amuleto durante los siguientes tres meses. Carlitos quería llegar a Chile, pues estaba buscando un mayor mercado para el teatro.

 

 

¿Y si me enfermo viajando, lejos de todo y solo?

  • Consejo: En varias ocasiones me he enfermado viajando. La primera vez fue en Perú y por ser domingo no me atendieron. Sin embargo, encontré apoyo en cada esquina, también le brinde mi ayuda a cada persona que encontré enferma, y así se crea una red de ayuda que hace más amable la vida del viajero.

 

Aunque la estadía fue deliciosa casi todo el tiempo estuve enferma, un par de días antes de irnos salí para el hospital y cuando llegué me di cuenta de que no tenía dinero, pues me habían sacado la plata, no me habían robado los pasaportes, ni la grabadora Sony que tenía junto a la plata, todo lo demás estaba igual. En medio de mi enfermedad y mi debilidad, salí llorando y los locos me invitaron a almorzar, decían que el karma que llevaba una persona por robar a un artesano era inmenso. Me apoyaron y me acompañaron hasta el momento en que me fui.

 

Salimos para Lima a buscar un médico conocido, cualquier viajero habría preferido ir a Ecuador donde la salud es gratis. Tuve que estar un mes en recuperación. Estuvimos en casa de un amigo donde nos atendieron de manera sorprendente y luego en casa de familiares de Jhon. No podía pararme de la cama durante un mes, con dolores intensos y miedo de estar en un lugar lejano y enferma. La familia de Jhon me acogió como en casa, me daban fuerza y me tranquilizaban, me cuidaron con un amor inconmensurable.

En la casa de la familia de Jhon... gracias mil

En la casa de la familia de Jhon… gracias mil

 

En Lima aproveché para editar todo lo que llevaba hasta ahora, solo me faltaba incluir lo de Máncora. Ahí buscamos juguetes de malabares, pero no encontramos ninguno para swing. Compramos una buena maleta para la cámara, pues al salir no tenía una especial que protegiera los equipos así que llevaba el computador y la cámara envueltos en un sleeping y ocupaban toda una mochila (maleta de viaje que se usa en la espalda). También compramos un carro carga-maletas para echar todo, pues yo no debía cargar ningún peso, así que Jhon tuvo que arrastrar todo mi equipaje y el de él.

 

Los artesanos mochileros en Máncora Perú

 

flores de macramé de muchos colores.

Mandala de macramé de muchos colores.

Al principio, vendíamos 100 o 150 soles en un día, poco a poco, la venta comenzó a bajar y los policías a molestar, (hay que anotar que los municipales en Perú son muy amables y respetuosos, se acercan, saludan, y con mucho respeto y cordialidad piden lo que se necesite) hicieron que nos desplazáramos de lugar, nos mandaron para la playa donde los parches se llenaban de arena, sin embargo todavía nos dejaban trabajar. A veces impedían que trabajaramos por varios días, pero luego volvían a dejarnos.

 

El lugar estaba buenísimo, había muchos artesanos, a veces llegábamos a contar hasta sesenta parches, eran muy tranquilos, todo el día brindando comida, bebidas y conversando mientras trabajaban. Los fines de semana salían a una discoteca de música electrónica, donde cantaban dos locos que habían vendido todo lo que tenían en su casa, dejando atrás toda su vida para salir de viaje.

 

Colombianos mochileros en Máncora Perú

Jhon con el sombrero vueltiao

Jhon con el sombrero vueltiao

 

 

En Máncora los colombianos somos muy bien recibidos, los peruanos, nos quieren, nos admiran, y nos conversan, entre los colombianos que encontramos allí viajando estaba Sami, el chico con el que habíamos salido de Montañita a Guayaquil, Sami no hacía artesanías, estaba con un amigo de infancia que llevaba un año viajando por Brasil e iba de vuelta para Colombia, también andaban con un par de Colombianos que llevaban una gran licuadora en su maleta, de hecho llevaban una sola maleta para la licuadora.

 

Sami había ido a trabajar a Estados Unidos durante seis meses y con la plata ahorrada estaba viajando, pero quería guardarla para ir a Machu Picchu. Así que ambos tenían que ir hasta la frontera, a un peligroso pueblo llamado Tumbes, para poder camellar (trabajar) en el faro (semáforo) día de por medio, y en el mercado para conseguir verduras para el almuerzo, echaban dedo y a veces solo hacían para el pasaje de vuelta; los fines de semana hacían ruedos en las calles y con eso salían a tomar y, trabajaban en el camping algunos días de la semana con lo que pagaban la estadía, pero a pesar de las dificultades, se tomaban los fines de semana y hacían abundantes almuerzos al medio día.